ESTUDIO MIMSA (Milliman Industry
Mortality Study and Analysis):
En el estudio MIMSA se revisaron 144 millones de pólizas y
1.3 millones de reclamaciones. Cerca de 63 millones de pólizas se emitieron con
una suma asegurada de 100,000 dólares o más y de entre ellas se seleccionaron
las pólizas con suma asegurada igual o mayor a un millón de dólares y de ahí
derivó el estudio denominado
High Face amount mortality study
(Abril 2012)
Que es del cual les presentamos un resumen (el original
consta de 73 páginas) y al final presentamos nuestros comentarios. El estudio se
publicó en:
29 compañías proporcionaron datos de mortalidad durante los
10 años que duró el estudio (2000-2009), aunque no todas las compañías
participaron todos los años (solo 16). Se incluyeron solamente riesgos
considerados normales. La suma en riesgo en el estudio fue de USD 7.6 billones
(millones de millones) de los que se pagaron reclamaciones por 14,830 millones
de dólares.
El total de pólizas incluidas en el estudio fueron 4’859,677
de las cuales ocurrieron siniestros en 7,705. Por motivos de confidencialidad
no se hace mención sobre las compañías participantes. Tampoco se hace mención
sobre los criterios utilizados en selección de riesgos.
En el año 2000
había solamente 131,425 pólizas incluidas en el estudio, el resto fueron emitidas
durante la duración del mismo. Las primeras pólizas se habían emitido antes de
1980.
La relación entre
la mortalidad observada y la esperada fue de 0.84, y la de suma asegurada
calculada para el pago de siniestros y la que realmente se pagó fue de 0.82. En
otras palabras, a lo largo del estudio falleció el 84% de las personas que se
esperaba fallecieran y se pagó el 82% de la suma que se esperaba pagar.
El pago de
reclamaciones de todas las sumas aseguradas fue menor al esperado, siendo tanto
menor cuanto mayor la suma asegurada. En las sumas más altas, en especial
arriba de 10 millones de dólares la siniestralidad fue el 72% de lo esperado.
Como
era de esperarse, la siniestralidad fue menor en los asegurados menors de 30
años, pero un hecho sorprendente fue que 17,791 pólizas se emitieron a personas
que al momento de la emisión tenían una edad de 80 años o más y en ellos la
mortalidad observada fue el 65% de la esperada.
Otro hecho de
llamar la atención fue que cuando se analizó la relación de la siniestralidad observada
en relación a la esperada (O/E) en función de la antigüedad de la póliza, los
dos primeros año fue 0.70 y 0.75 respectivamente, elevándose a 0.97 en el tercer año,
manteniéndose luego entre 0.83 y 0.89 pero en las pólizas con más de 25 años de
antigüedad la relación fue de 0.59. El promedio de todas las pólizas de la
relación O/E fue de 0.84
Cuando se revisó la
relación entre mortalidad observada y esperada (O/E) en función del plan de
seguro, fue de 0.88 en los planes
temporales y de 0.75 en los ordinarios de vida, encontrándose entre
esos dos extremos para los planes universales y los variables.
Otro hecho
relevante fue que las muertes por
causas violentas en el grupo asegurado fue 2.4 mayor (17.3 Vs 7.2%) y los suicidios
ocurrieron 4.35 veces más frecuentemente que en la población general.
Al
comparar la causa de muerte entre este grupo de asegurados con sumas altas y la
población general las principales diferencias fueron las muertes por cáncer
(37.1% en asegurados y 23.7% en población general), muertes por problemas
cardiovasculares (21.8% Vs. 28.5% respectivamente) y en otras causas médicas la
diferencia fue de 18.0% Vs. 29.4%, es decir, excepto por cáncer, hubo más
muertes por causa médica en la población general que en los asegurados.
Cuando
se compararon las muertes entre asegurados y población general por causas violentas
el resultado fue: accidentes de tránsito 3.1% Vs. 1.9%, otro tipo de accidentes
6.9% Vs. 3.1%, suicidios 6.1% Vs. 1.4%, homicidios 1.2% Vs. 0.8%. Total de
muertes violentas en asegurados 17.3% Vs. 7.2% en la población general.
En el grupo total,
la mortalidad por causas violentas empezaba a elevarse en asegurados con
pólizas desde los USD 250,000.00
Cuando se analizó
la relación entre edad de la defunción y causa de la misma en los diferentes
grupos de edad se encontró que la muerte por causa violenta y por suicidio,
respectivamente, fue en edades < 30, 73.8% y 21.7%; en edades 30-39, 59.6% y
17.4%; edades 40-49, 39.8% y 14.3%; edades 50-59, 18.9% y 8.5%; edades 60-69,
11.8% y 5%; edades 70-79, 5.9% y 1.8%; edades 80 y más 3.5% y 0.2%.
Analizando por
planes de seguro, la muerte por
causas violentas ocurrió en el 32.1% de los casos en planes temporales, en 8.7%
de los casos de planes ordinarios de vida, 8.2% en planes de vida universal y
alrededor del 20% en planes variables y en otros planes. Las muertes por
suicidio en aquellos con planes temporal fueron 7.3 veces más frecuentes que en
los ordinarios de vida y 5.7 más que en los planes universales.
COMENTARIOS (*):
Entre más de 4.8 millones
de pólizas con suma asegurada de un millón de dólares o más, la relación
siniestralidad observada/esperada (O/E) en cuanto a suma asegurada fue de 0.82
y en cuanto a número de siniestros fue de 0.84, resultando menor que en el
resto de las pólizas analizadas en el estudio MIMSA que incluía pólizas con
sumas menores y en el cual la siniestralidad O/E por suma asegurada fue de 0.87
y por número de pólizas con siniestro de 0.97.
Estos resultados
contrastan con otros muchos estudios reportados desde la primera mitad del
siglo XX en los cuales la siniestralidad era mayor de la esperada en las
pólizas con sumas altas. Hubiera sido muy interesante conocer criterios de
selección de riesgos utilizados para disminuir la siniestralidad, sin embargo,
lo que sí podemos observar es que la siniestralidad por causas médicas
disminuyó notablemente comparada con la de la población general, atribuible en muy buena medida a por lo menos
dos factores. El primero, que se trata de un segmento privilegiado de la población,
poseedor de recursos para allegarse una mejor atención médica y, el segundo, que
comparado con los estudios arriba mencionados, los asegurados incluidos en este
estudio tenían a su alcance muchos mejores recursos médicos y terapéuticos que
los existentes en las décadas anteriores, lo que redujo la mortalidad por causas
médicas, pudiendo compensar la mortalidad elevada que se registró por suicidios
y otras causas violentas. Recordemos que de las 4’859,677 pólizas que se
incluyeron en el estudio, solo 131,425 se habían emitido antes del año 2000.
Lo que sí podemos concluir,
con buen margen de certeza, es que entre los tenedores de pólizas de sumas
altas, hay un cierto sector que la solicita con fines especulativos, afirmación
que si bien no es posible probar en forma contundente, hay argumentos sólidos
para considerarlo. La tasa tan alta de muertes violentas y suicidios en menores de 50 años (aún el
grupo de 50-59 tenía una tasa elevada), el aumento de siniestralidad observado
durante el tercer año de vigencia de la pólizas y el hecho que la
siniestralidad fue notablemente mayor en planes temporales, le dan sustento a
esta hipótesis.
Podemos concluir
que en las sumas altas de seguro de vida existe en algunos casos un afán
especulativo que es posible contener con un criterio prudente, no
necesariamente limitante en el otorgamiento de estas sumas. Simplemente ajustarse
al principio de que el fin de un seguro de vida es otorgar al beneficiario, a
la muerte del asegurado, una suma que
compense de manera justa la pérdida económica sufrida. Esa pérdida está
ligada con las aportaciones que el beneficiario obtenga del asegurado pero
deben considerarse muchos factores para tener una certeza razonable de que esa
compensación será justa y que el beneficiario no obtenga una ventaja o el
asegurado se la otorgue.
No es la suma
asegurada sino el afán especulativo de algunos lo que incrementa la
siniestralidad y a final de cuentas ya vimos como a partir de 250,000.00
dólares de suma asegurada empieza a aumentar la tasa de muertes violentas.
Cuidando que los ingresos sean razonables para la suma solicitada y que existe
un buen interés asegurable podremos limitar en mucho la especulación.
Si bien existen
indicios para identificar a quienes actúan especulativamente entre los que ya
vimos que están los grupos de menor edad que solicitan sumas altas en planes
temporales, tampoco sería justa estigmatizarlos y dudar de toda persona joven
que solicite una suma alta en un plan temporal, solamente recordar los riesgos
que en ese caso existen y ser más cuidadoso en el análisis y justificación de
lo que nos solicitan.
La siniestralidad
por cáncer fue mayor en el grupo estudiado y las muertes por problemas
cardiovasculares menor que en la población general. Pudiéramos atribuirlo a que
pese a todos los avances de la ciencia médica es el área oncológica una de la
menos favorecida y al disminuir la mortalidad por otras causas en el grupo pudiente,
aumenta por causa de cáncer. También podemos agregar que hay más recurso para
la detección temprana de problemas cardiovasculares que de cáncer.
Un comentario final
merece el grupo de asegurados que obtuvieron su póliza a edades de 80 años o
más en los que la experiencia en cuento a siniestralidad esperada y la
observada fue muy favorable, dando sustento a la afirmación que hicimos de que
no es la suma asegurada, tampoco la edad de contratación, la que incrementa los
siniestros.
En tanto se respete
al principio que establece que el objetivo de un seguro de vida es compensar
justamente al beneficiario la pérdida económica que representaría la muerte del
asegurado, podremos estar tranquilos, aunque para esto, el hacer un buen
análisis financiero resulta imperativo.
Dr.
Roberto García Gómez